El objetivo de cualquier linaje de pensamiento es responder a la pregunta ¿Quién soy yo? y ¿Cómo vivir la vida? Y todo para qué, para resolver el enorme misterio del sufrimiento, para que tal vez no sea tan sufrido y a lo mejor, sea disfrutado. Esa es la enseñanza de Quirón, de cómo para quien su vida era un eterno dolor, no era necesaria sanación alguna, todo era simplemente ver ese dolor y vivirlo, mágicamente allí estaba su sanación, la que tanto buscaba y por eso jamás encontrada.
Aparentemente, la vida es puro sufrimiento, y día a día estamos en búsqueda de sanación, es decir de felicidad y realización personal -como si algo nos faltara-. Melanie Reinhart, una famosa astróloga inglesa, plantea que la vida es un eterno viaje de sanación, yo le agregaría que en ese viaje el sufrimiento es nuestro maestro y el gran regalo de la vida. Estoy hablando de Quirón, del gran maestro de maestros, del sanador herido, del guía de héroes, del que se ofrece para sufrir en nombre de la comunidad, del médico, del chamán, de la amazona, del sabio, del caminante, del rechazado por su madre, del que puede sanar a todos, pero realidad jamás logra sanarse a sí mismo.
Quirón es la búsqueda de la combinación perfecta entre lo animal y lo racional, el equilibrio que hoy buscamos los seres humanos.
Quirón, un centauro, es decir, un ser que anda con medio cuerpo de caballo, que representa el instinto animal a flor de piel, la fuerza, la velocidad, la aventura, el deseo, la sexualidad, el falo, la belleza y la elegancia del equino. Y desde la cintura hacia arriba, nace el hombre, el pensador, el que razona, el que puede ver, está erguido, es esbelto, en buena forma y es el maestro; Quirón es la búsqueda de la combinación perfecta entre lo animal y lo racional, el equilibrio que hoy buscamos los seres humanos.
Por su forma física, su madre lo rechazó y lo dejó a su suerte, su padre “se voló” y lo abandonó. Es decir, la belleza y sabiduría quironiana es causante de su dolor más profundo, el rechazo del ancestro. Así que a donde llegara, quien lo tomara, eran su madre y a su vez su padre, todos y cada uno de los personajes que pasaron por su vida fueron sus maestros y grandes regalos le dejaron.
Así camina por la vida un monstruo, un dolor vivo de vida, una vergüenza, una abominación, pero la fuente de sanación para quien se acerque a él, un espejo transparente que nos muestra lo que somos, el animal o el humano, la danza eterna de todos nosotros, quienes encarnamos aquí en el planeta Tierra.
Este arquetipo quironiano lo somos todos, está en la Carta Natal de cada uno de nosotros, pero astrológicamente hablando, hay cartas en las que la energía quironiana está mucho más explícita que en otras. En el mundo de la astrología aún no estamos seguros de regencias o exaltaciones de Quirón, unos dicen que Sagitario, otros dicen que Virgo, pero aún no lo logramos descubrir, a mi opinión personal, aún nos queda tiempo para que lo descubramos, apenas estamos empezando a ver su energía en la humanidad y en cada uno de nosotros; no podemos olvidar que Quirón fue descubierto hace pocos años en comparación con los otros componentes que habitan hoy la constelación astrológica.
Bueno, yo podría recitar un libro entero de Quirón, pero como dicen los sabios, el conocimiento que nutre viene de la experiencia, por eso esta rápida exposición de Quirón la quiero hacer basada en la experiencia, en mi experiencia de vida. En mi caso, Quirón está en Cáncer en casa XII (en donde está Quirón, está el dolor, el aprendizaje y la posibilidad de trasmutación), coloreando mi esencia, mi signo ascendente, es un Quirón intenso porque mi signo solar y mercurial es Sagitario, y además este Quirón se encuentra opuesto a Urano-Saturno-Neptuno en casa VI, en cuadratura con Marte en Aries, en trino con el Nodo Norte en Piscis, y a Venus-Plutón en Escorpión. Quirón pareciera ser parte vital de mi Carta Natal, y entre más lo estudio, más lo veo, más me veo.
El Quirón natal más su transitar por mi Carta, han marcado todos los momentos de cambio y aprendizaje de mi vida, como por ejemplo separarme de mi familia (Cáncer) en la adolescencia por razones coyunturales y vivir una tristeza no reconocida que hasta hace poco -gracias a la cuadratura Quirón, Quirón natal-, ha empezado a girar; desde la adolescencia viví luchando con el papel de vida que me correspondió al nacer, lo he juzgado de “raro” o “diferente”, una intensa vergüenza danzaba dentro de mí. Huyendo de esto, a la fuerza buscaba ser lo que muchos llaman común y corriente para “pasar desapercibida”, hasta que por otro aspecto quironiano, en medio de una aparente carrera exitosa en la diplomacia (Luna en Libra), la vida me obligó a renunciar y así me sumergió en temas “espirituales”, que tanta incomodidad me causaban, conocí el yoga, no como ejercicio fitness sino como filosofía oriental, su lenguaje en sánscrito, escrituras sagradas y un nuevo mundo que me mostró lo que en mis raíces no había querido ver(me). Me alejé del mundo entero, me entregué a un viaje interior, conocí el pensamiento oriental, que me encanta, pero que en realidad me llevó a reconciliarme con mis raíces colombianas-occidentales, con mi familia y hasta con la astrología, empecé a estudiar astrología, dándome cuenta que ya estaba en mí, como la sangre que corre por mis venas, decidí hacer parte del ejercicio laboral familiar, y seguir estudiando, conocí el Reiki, la respiración terapéutica, la psicología transpersonal y la filosofía, -mi eterno amor-, desde una visión que jamás me imaginé.
Han sido años de mucho aprendizaje y vivencias inolvidables, mágicamente lo que iba entendiendo lo iba viviendo, conocí lo que era la famosa Kundalini, a quien, sin buscarla, espontáneamente despertó en mí, regalándome un ingrediente bello y a la misma vez muy doloroso, que aún me acompaña todos los días.
Llegó el 2020, el año que tanto rondaba mi cabeza, que había analizado con mi papá, y nos preguntábamos qué se venía; un año 2020 que, en medio de una constelación de aspectos, me trajo la conjunción de Quirón con el Marte natal (medio cielo), en cuadratura con el Quirón natal y en cuadratura con Urano-Saturno-Neptuno que están en conjunción en Capricornio. Este intenso movimiento me obligó a volver a Tierra, tanto ha sido el giro que apenas me puedo dar cuenta; en un año he despedido el hogar que pensaba haber construido, he cambiado de país de residencia, he despedido a un maestro, he estado muriendo a mí misma para regresar a casa y empezar a trabajar, con los pies bien puestos sobre la Tierra.
Y ahora heme aquí, bajo los influjos quironianos, escribiendo un artículo sobre Quirón, costándome mucho poner tantos cuentos en un par de líneas. Más allá de las dolencias, de la enfermedad física que caracteriza a Quirón, de sus vaivenes psicológicos, del viaje profundamente interior y de como dice Sócrates, the art of recollection, del arte de recordar, -solo aprendemos lo que ya sabemos, todo está depositado en el alma-; aprendí y lo sigo haciendo, que o sufres el sufrimiento o lo vives, que el sufrimiento no es dolor, que el dolor es el fruto de cuando nos sufrimos el sufrimiento. Y que, si vivimos el sufrimiento, estamos en medio de un proceso de aprendizaje, maduración, y de cumplimiento de lo que se ha propuesto para la vida de cada uno. He recordado que nuestra postura adecuada es la de viajeros de vida, ojalá como la del peregrino que se disfruta su viaje, sea como sea, porque esa es su vida, un viaje eterno.
Quirón es el maestro, el que enseña a amar, el que enseña a ser seres humanos, él es el intento de combinación perfecta entre la razón y el instinto que solo puede dar como fruto un corazón vibrante, en sabiduría y neutralidad. En mi opinión, estamos lejos de conocer a Quirón porque él nos muestra la dualidad en la que vivimos y así mismo la dificultad en ese caminar con neutralidad.
El camino es largo y culebrero dicen los paisas colombianos, y apenas vamos empezando. Tenemos una opción, bajar aquí y ahora, y decidir, si queremos sufrir el “sufrimiento”, y “pasar de balde”, o si queremos vivirnos el “sufrimiento” al máximo, que ya no tendrá color de dolor si no del gozo de recordar lo que realmente somos.
Por Andrea Motta.